Iniciar la práctica clínica como psicoterapeuta representa una transición significativa, llena de entusiasmo pero también de incertidumbres y retos específicos. El paso del entorno académico, más estructurado y protegido, a la complejidad dinámica y emocionalmente intensa del encuentro terapéutico real, suele confrontar al profesional novel con una serie de dificultades recurrentes. Identificar y comprender estos obstáculos iniciales no es un signo de debilidad, sino un paso fundamental hacia el desarrollo profesional, la consolidación de una identidad terapéutica y la prestación de una ayuda eficaz y ética. Este artículo explora las diez dificultades más habituales que los psicoterapeutas noveles suelen encontrar en sus primeros pasos, con el fin de promover la autoconciencia, normalizar la experiencia y facilitar el camino hacia una práctica más segura y competente.
1. La omnipresente inseguridad y el síndrome del impostor
Quizás la dificultad más universal sea la inseguridad inicial. A pesar de años de formación teórica y práctica supervisada, el terapeuta novel a menudo se siente abrumado por la responsabilidad y puede experimentar el «síndrome del impostor»: la sensación persistente de no ser lo suficientemente bueno, de no saber lo suficiente o de ser un fraude a punto de ser descubierto. Esta ansiedad puede manifestarse en una excesiva preparación de las sesiones, una fuerte autocrítica tras las mismas o una dificultad para confiar en la propia intuición clínica y en los recursos ya adquiridos. Superar esta fase implica aceptar la propia vulnerabilidad como principiante y reconocer que la competencia se construye gradualmente a través de la experiencia y la supervisión.
2. El manejo de los silencios en sesión
Los silencios durante la sesión terapéutica pueden ser particularmente incómodos para el terapeuta novel. Acostumbrados a la interacción verbal constante, pueden interpretar el silencio como un vacío improductivo, una señal de que «no está pasando nada» o, peor aún, como una prueba de su propia incapacidad para guiar la sesión. Esto puede llevarles a llenar el silencio prematuramente con preguntas o intervenciones, interrumpiendo así un posible proceso reflexivo o emocional del paciente. Desde una perspectiva gestáltica y humanista, el silencio es un espacio fértil para la toma de conciencia y la elaboración interna. Aprender a tolerar y utilizar terapéuticamente el silencio es una habilidad crucial que se desarrolla con la práctica y la confianza en el proceso terapéutico.
3. La gestión de las expectativas propias y del paciente
Los terapeutas noveles, impulsados por un genuino deseo de ayudar, pueden albergar expectativas poco realistas sobre la rapidez o la magnitud del cambio terapéutico. Pueden sentir una fuerte presión, tanto interna como percibida por parte del paciente, para «solucionar» problemas complejos de forma inmediata. Esto puede llevar a una sensación de frustración o fracaso cuando el progreso es lento o irregular. Es fundamental ajustar estas expectativas, comprender la naturaleza gradual y a menudo no lineal del cambio psicológico, y comunicar esto de manera clara y empática al paciente, fomentando una alianza terapéutica basada en objetivos realistas y compartidos.
4. El establecimiento y mantenimiento de límites claros (encuadre)
El encuadre terapéutico (setting) –que incluye aspectos como la duración y frecuencia de las sesiones, los honorarios, la política de cancelación, el contacto fuera de sesión y los roles– es fundamental para crear un espacio seguro y predecible. Sin embargo, establecer y mantener estos límites puede ser un desafío para el terapeuta novel. El miedo a parecer rígido, a ser rechazado o a dañar la relación terapéutica puede llevar a flexibilizar excesivamente el encuadre (por ejemplo, alargando sesiones, permitiendo contactos inapropiados). Aprender a establecer límites claros, consistentes y comunicados con asertividad y empatía es esencial para proteger tanto al paciente como al terapeuta, y para preservar la integridad del proceso.
5. Las dificultades con la contratransferencia
La contratransferencia, entendida como el conjunto de reacciones emocionales, pensamientos y fantasías que el terapeuta experimenta en relación con el paciente (un concepto central en la psicodinámica pero relevante en todas las orientaciones), es inevitable. El terapeuta novel, sin embargo, puede tener dificultades para identificar, comprender y manejar estas reacciones. Puede sentirse culpable por tener sentimientos negativos hacia un paciente, o confundir sus propias necesidades y conflictos con los del cliente. La falta de autoconciencia sobre la propia contratransferencia puede llevar a actuaciones (acting-out) perjudiciales para la terapia. La supervisión clínica es el espacio privilegiado para explorar estas reacciones y aprender a utilizarlas como herramienta de comprensión del paciente y de la dinámica relacional.
6. El miedo a «no saber qué hacer» o «decir lo incorrecto»
La incertidumbre es inherente al proceso terapéutico. No siempre se tiene una respuesta inmediata o una intervención perfecta. El terapeuta novel, sin embargo, puede vivir esta incertidumbre con gran ansiedad, temiendo cometer errores, decir algo inapropiado o quedarse «en blanco». Este miedo puede llevar a una rigidez en la aplicación de técnicas o a una excesiva dependencia de protocolos, dificultando una respuesta terapéutica espontánea y ajustada a las necesidades únicas del paciente en el aquí y ahora, un aspecto clave en la terapia gestalt. Aceptar que «no saber» es a veces parte del proceso y confiar en la capacidad de co-construir el camino con el paciente es un paso importante.
7. La integración de la teoría en la práctica clínica
La transición de aprender teorías y técnicas en abstracto a aplicarlas con personas reales, cada una con su historia y complejidad única, es un desafío importante. El terapeuta novel puede sentirse abrumado por la cantidad de información teórica o tener dificultades para seleccionar y adaptar las intervenciones al caso concreto. Puede haber una tendencia a aplicar rígidamente un modelo teórico sin la flexibilidad necesaria para responder a la singularidad del paciente. La verdadera integración requiere tiempo, experiencia y la capacidad de pensar críticamente sobre los modelos, adaptándolos creativamente a la relación terapéutica específica.
8. El manejo de emociones intensas (del paciente y propias)
El encuentro terapéutico a menudo implica la expresión de emociones intensas por parte del paciente: dolor, rabia, desesperación, miedo. El terapeuta novel puede sentirse sobrepasado o contagiado por estas emociones, teniendo dificultades para mantener la necesaria distancia terapéutica sin perder la empatía. También puede experimentar sus propias emociones intensas en respuesta (frustración, impotencia, tristeza), y dudar sobre si es apropiado o cómo manejarlas. Desarrollar la capacidad de contención emocional, la regulación afectiva propia y la habilidad para acompañar al paciente en su experiencia emocional sin desbordarse es un aprendizaje crucial, fundamental en el enfoque humanista.
9. Las dificultades en la conceptualización del caso y la planificación
Organizar la información que trae el paciente, comprender los patrones subyacentes (como se enfatiza en la terapia sistémica y psicodinámica), formular una hipótesis diagnóstica o comprensiva y trazar un plan terapéutico coherente puede ser complejo al principio. El terapeuta novel puede sentirse perdido en los detalles o tener dificultades para ver el «cuadro completo». La habilidad para realizar una buena conceptualización del caso es esencial para guiar las intervenciones de manera efectiva y se perfecciona con la experiencia, la supervisión y el estudio continuo de diferentes marcos teóricos.
10. El autocuidado y la gestión del desgaste profesional (burnout)
Finalmente, una dificultad a menudo subestimada por los principiantes es la necesidad de un autocuidado activo y consciente. La exposición continua al sufrimiento humano, la intensidad emocional del trabajo y las presiones de la práctica pueden llevar fácilmente al desgaste profesional o burnout. Los terapeutas noveles, ansiosos por establecerse, pueden descuidar sus propias necesidades, trabajar en exceso o tener dificultades para desconectar. Establecer rutinas de autocuidado, buscar apoyo personal y profesional (incluida la terapia personal si es necesario) y mantener un equilibrio saludable entre la vida laboral y personal son fundamentales para la sostenibilidad a largo plazo en la profesión.
Afrontar estas dificultades es parte intrínseca del desarrollo profesional del psicoterapeuta. No son signos de incompetencia, sino oportunidades de aprendizaje y crecimiento. La supervisión clínica regular, el autocuidado consciente, la formación continua y el apoyo entre colegas son herramientas fundamentales para navegar estos desafíos iniciales. Abrazar la vulnerabilidad de ser principiante y confiar en el proceso terapéutico y en el propio desarrollo son claves para construir una identidad profesional sólida y ejercer la psicoterapia de manera ética y eficaz.
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